¡¡¡Casa!!!
Parece que lo he conseguido, pero por ser la última etapa, también ha tenido sus dificultades. Mi idea inicial era atravesar tranquilo la sierra que separa Extremadura de Andalucía (de Aracena en Huelva, Sierra Morena para los sevillanos), sin forzar la máquina. Sabiendo que aunque la tendencia era descendente, siempre me iba a encontrar con muchas subidas. Y así fue.
Pero lo cierto fue que, a pesar de las dificultades, hoy las piernas me respondían bien. Pensaba comer en El Ronquillo y coger fuerza para la principal dificultad del día de hoy y de todo el viaje: la Cuesta de la media fanega.
Unos tres kilómetros y medio con una pendiente media entre el 6% y el 7%. Con algunas pequeñas rampas cercanas al 10%. Una tachuela para los corredores de la vuelta a España, todo un Tourmalet para mí. Sin embargo, como decía, todo iba muy bien para mis piernas y a eso de las 12:00 ya estaba en El Ronquillo y no me merecía la pena parar. Así que continué, totalmente convencido de que haría la mitad de la subida andando (y sin vergüenza..., o muy poca). Pues no fue así y la subí entera montado sobre la bici ¡ole yo! No sé si a ello ayudó las numerosas pintadas en el asfalto animándome por parte del pueblo de El Cuervo: eternamente agradecido.
El caso es que tampoco tenía mucho apetito al llegar a la Venta del Alto y decidí realizar una pequeña parada (aliño de remolachas que supo a gloria) y continuar. Desde allí casi todo es bajada, con algunas pequeñas rampas. Pero ya con el cansancio acumulado y el calor, el llegar a casa se convirtió en un suplicio. A ello también contribuyó que esos últimos kilómetros de la N-630 tenían muchísimo más tráfico del que yo pensaba que iba a tener.
Pero, arrastrándome, he llegado a casa, sano y salvo. Feliz de haber llegado, de haber realizado esta pequeña proeza para mí y convencido de que a esta "aventura" le seguirán otras: me ha picado el gusanillo.
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