martes, 12 de julio de 2011

Mi abuelo Ventura

Ventura Marquez (1903-1991). Fue el segundo hermano de un total de seis de una famila muy humilde de Riotinto (Huelva). Con 17 años decidió emigrar a Cataluña. Empezando a trabajar en una cantera. Poco a poco se llevó consigo al resto de su familia. 
Su vida fue todo un ejemplo de lucha y superación. Después del duro trabajo diario no dejó de estudiar hasta conseguir el título de maestro de enseñanza primaria, aunque nunca se pudo presentar a las oposiciones ya que requerían un importante desembolso que él no se podía permitir. Cambió su trabajo a una fábrica en la que fue ascendiendo poco a poco y comenzó a relacionarse con los círculos literarios y artísticos del Bajo Llobregat. Llegando a publicar alguna novela corta. Entonces tuvo que cumplir su servicio militar en la primera de las tres guerras en las le tocó luchar: la de Marruecos, aunque supongo que allí no disparó ni un tiro puesto que por saber leer y escribir lo destinaron a oficinas (allí conoció a Franco que tan importante llegó a ser en su vida: se la arruinó como a tantos otros). 
De vuelta a Cataluña siguió ascendiendo laboralmente y con su afición literaria: fundó los Amigos de las Artes y de las Letras en San Feliú. Redactando sus estatutos que fueron presentados y aprobados en catalán. Siendo el primer documento oficial en dicho idioma aprobado por la dictadura de Primo de Rivera (o, al menos, eso me contaba siempre él). Cada vez se vio más involucrado en cuestiones sindicales, perteneciendo, por tradición familiar, al sindicato UGT. Con la república se le abrieron cientos de puertas: secretario general de UGT en el Bajo Llobregat, fundó una librería, fue nombrado Inspector de enseñanza (por la antigüedad de su titulo de maestro), le fue cedida la fábrica en la que trabajaba por parte de su dueño (un nazi alemán que apreciaba a un socialista español y que decidió volver a su país para ayudar a su lider). Nombrado alcalde de Esplugas de Llobregat en las famosas elecciones de febrero de 1939. 
A nivel más personal se casó con una mujer excepcional: Angélica Beltrán que era también de Riotinto y vivía en Cataluña, aunque su familia era acomodada y de derechas, tuvo dos hijos: Esther y Alberto. Todo se fue al traste gracias a los salvapatrias de siempre, empeñados en destruir a los pueblos para salvar a las patrias. La guerra, la derrota, el exilio, la diáspora, la Invasión alemana y de nuevo la guerra: lideró los maquis que liberaron el departamento de Cantal, pero no pudo disfrutar del triunfo: fue obligado a liderar parte de las tropas guerrilleras que se aventuraron en el Alto Aragón, en la huida sufrió un desmayo y se vio obligado a entregarse: juicio sumarísimo, condena a muerte, la espera noche tras noche escuchando como se abrían los cerrojos de los que iban a 'pasear' ese amanecer. 
Salió de la cárcel a mediados de los cincuenta (justo cuando mi padre empezaba la mili y esa es otra historia emocionante) y se tuvo que enfrentar a la negra España con un pasado de ex-presidiario. Con muchas penalidades y fatigas consiguió salir adelante. 
Murió poco después de que le reconocieran y concedieran una pensión digna y todavía lo echo de menos. 
Mientras escribo estas líneas no puedo parar de llorar. Cuando se quedó embarazada mi mujer de nuestro segundo hijo, ella no lo dudó: nuestro hijo se llama como mi abuelo. Igual nos volvemos a reunir toda la familia en su honor: le quieren hacer un homenaje en Francia.