viernes, 15 de abril de 2016

A China sin palo selfie. Días 13 y 14

Menudo contraste: entre la paz, la tranquilidad de un sitio con turistas pero muy provinciano como Yangshuo hasta el lujo, el despilfarro y la ostentación de Hong Kong. Todo ello con una noche en tren de por medio absolutamente memorable.
Pero como decía Jack el destripador: vayamos por partes.
Por desgracia el día amaneció lluvioso en Yangshuo y eso hizo que no salieran los cruceros que daban una vuelta por el río Li y que pretendíamos tomar: tendremos que volver para hacerlo. Así que dedicamos la mañana a pasear tranquilamente (¡por fin una mañana relajada!), tomar algún zumo de frutas y comprar alguna chuchería. Después de comer nos fuimos, mochilas a cuestas, hasta la estación de autobuses y allí tomamos uno hasta Guilin. Me tocó un chino muy amigable que se empeñaba en hablar conmigo e hicimos lo que pudimos usando Google Translator.
La sala de espera del tren a Shenzhen (una de las cuatro de la estación de Shenzhen) estaba atestada de gente: sobre todo de mujeres tremendamente ruidosas. Shenzhen, junto a Hong Kong, fue la primera ciudad china a la que se le concedieron ciertos privilegios para fomentar la creación de empresas de iniciativa privada (cosa que ya se ha extendido por casi todo el este y centro de China). Así que fue lo que era un pueblo de pescadores sin mucho futuro, se transformó totalmente desde 1980 y ahora tiene más de 10 millones de habitantes, algunos de los rascacielos más altos del mundo y muchas fábricas que necesitan mano de obra barata del interior (normalmente femenina que exige menos sueldo) y ello explica la cantidad enorme de mujeres que vociferaban en la estación.
El tren era el de menos categoría que habíamos tomado hasta el momento y todos estos trenes nocturnos tienen al menos dos tipos de vagones: soft sleeper y hard sleeper: en el soft sleeper es difícil de dormir, aunque vas en un compartimento privado, con enchufes, luz para lectura, etc. Esta vez íbamos en hard sleeper y ni teníamos compartimento (todo corrido), ni enchufes, ni luz y, sobre todo, no teníamos silencio. Pero ha sido una experiencia divertida.
Después de los trámites aduaneros (aunque Hong Kong pertenece a China, para todos los efectos son dos países distintos: hasta tienen diferente moneda) y tomar el metro hasta la parada más cercana al hotel, nos dirigimos andando hacia él ya que Google Maps nos decía que estaba a sólo 850 metros. Lo que a los graciosos de Google Maps se les olvidó mencionar es que el desnivel debe estar cercano también a esos 850 metros: llegué destrozado y empapado en sudor, pero llegué, cosa de la que no estaba tan seguro a mitad del camino.
Después de recuperarnos un poco nos tiramos a la ciudad: primero toda la parte central de Hong Kong, en la que abundan las tiendas de superlujo, los Ferraris, los rascacielos enormes, etc. Después tomamos un metro hasta Kowloon, la parte del continente, que es algo más popular y allí cenamos en un chiringuito en la calle. Más tarde, fuimos andando hasta el puerto y allí tomamos un ferry hasta la isla de Hong Kong. Y tocaba subir de nuevo hasta el hotel, claro que contábamos con dos ventajas: la primera que no teníamos que cargar con el equipaje y la segunda que descubrimos que las escaleras mecánicas de Hong Kong (un sistema que es el más largo del mundo al aire libre) nos dejaban muy cerca del hotel.
Otro día más, otra paliza (pero muy disfrutada) y esto se nos acaba: mañana toca tomar un avión hasta Beijing, después Madrid, donde se quedará el resto de la tropa, pero a mi me toca bajar hasta Sevilla.
Volveremos.






















Perdonad la calidad del vídeo, pero el día estaba muy brumoso y era difícil enfocar, pero creo que merece la pena.

A China sin palo selfie. Días 11 y 12

Nuestra última mañana en Shanghai amaneció lluviosa, no muy propicia para patearmucho más la ciudad, así que fuimos al templo Jig'an que sólo lo habíamos visto mientras pasábamos por delante de él en el autobús. Creo que a palabra que mejor lo define es dorado, es muy dorado y se encuentra rodeado de rascacielos del Shanghai moderno. Al margen del templo en sí, que tenía su interés, puede que lo que más nos llamara la atención es que dentro de él y en un lateral había una serie de habitaciones que servían de velatorios: allí estaban los familiares de los muertos, en una sala que la presidía una mesa con ofrendas (frutas principalmente) y una foto del finado.
Teníamos que coger pronto el tren para Guilin, así que volvimos al hotel, recogimos nuestros bártulos y a la estación sur de Shanghai en un metro absolutamente atestado.
El tren hasta Guilin no sólo es el de mayor recorrido, sino el de menor categoría que hemos tomado hasta la fecha (el de Guilin hasta Shenzhen es inferior), pero eso le daba cierto encanto, además, tenía un bar que no se usaba y en una mesa del mismo pasamos buena parte de la tarde; el resto de la tropa prácticamente toda ella hasta que se acostaron, yo iba, charlaba un rato con ellos y me volvía a nuestro compartimiento a seguir leyendo. Ir recorriendo buena parte del sur de China casi paralelo al río Yangtze no sé porqué pero me proporcionaba una sensación muy cercana a la felicidad.
Una vez en Guilin se trataba de tomar un autobús que nos llevara a la estación sur de autobuses cosa que no era tan fácil porque todo estaba exclusivamente en Chino. Pero creo que lo conseguimos con nota.
El autobús hasta Yangshuo discurre casi paralelo al río Li y es algo difícil de describir (al menos para mí): la idea es los fondos de los paisajes de las pinturas clásicas chinas. De hecho, la imagen que aparece en los billetes de 20 yuanes es este paisaje.
Una vez en Yangshuo, otra caminata hasta encontrar el hostal y nada más instalarnos hemos salido a la calle para alquilar unas bicicletas y dar un paseo por los alrededores del pueblo: buscando siempre las riberas de los ríos que iban muy, muy subidos. A mitad del paseo (serían unos 15 km), dije algo que el resto de la tropa suscribió al 100%: «ya me ha merecido mucho la pena visitar Yangshuo», sólo por ese maravilloso paseo por caminos casi sin tráfico con el río a nuestro lado y montañas increíbles por doquier merece venir aquí.
Después de una buena ducha, hemos salido a dar un paseo por el pueblo y nos encontramos de nuevo que éste sí es un lugar que visitan los occidentales (al contrario que Zhunjiajiao, por ejemplo o los trenes en los que no nos hemos encontrado a ninguno): muchos restaurantes, tiendas, etc. Pero un ambiente muy agradable. Mañana, si el tiempo lo permite, intentaremos hacer un recorrido en barco por los lugares más interesantes del río Li y después tren hasta Shenzhen desde donde pasaremos a Hong Kong: esto se acaba.