martes, 30 de abril de 2019

En Mitad del Mundo (V)

El lunes tocó hacer turismo en uno de los sitios a los que van todos los turistas, pero estos días es lo que somos. Así que hacia Mitad del Mundo nos encaminamos Clara, Facun y este vuestro humilde cronista. Una vez allí, se nos unió Marjorie, que nos hizo de guía, y la verdad es que conoce el sitio estupendamente bien, gracias a ella la visita fue aún más interesante. Porque el sitio no se limita al monumento a la Mitad del Mundo que sale en todas las guías, sino que es un pequeño pueblo con tiendas, cafés y algunas exposiciones. Por ejemplo, de viviendas tradicionales y de la elaboración del chocolate. Además, hay una sucursal de nuestra amada Rosalía Suárez y sus deliciosos helados de paila. El monumento en sí, supuestamente marca el ecuador, aunque está a unos 240 metros de la ubicación real. También se empeñan en hablar de la línea equinocial (que no es algo fijo de una año para otro y que lo que marca es donde el sol aparece en el cenit durante los equinocios) y no del ecuador que es simplemente la línea de puntos equidistantes de los polos. A lo largo de sus nueve pisos hay una exposición sobre los pueblos, fauna y costumbres del Ecuador junto con algunos experimentos de física en los que se muestra, por ejemplo, que el efecto de Coriolis no hace que el agua de los desagües gire en un sentido u otro. No lejos de allí hay un sitio más comercial en el que te engañan haciéndote ver que sí, pero si vais o veis algún vídeo observad como el "experto" echa el agua en un lado u otro de la pileta para su "demostración".
Después comimos en un lugar cercano y volvimos a la residencia en la que nos alojamos para esperar a que nos recogiera Sofi, ya que habíamos quedado con el agregado cultural de la Embajada de España en Ecuador, Ignacio Garrido. Nuestra querida anfitriona nos llevó a un barrio precioso en el que estaba la cafetería Ochoymedio que, tal y como su nombre indica, está muy ligada al cine, incluso cuenta con dos salas en las que proyectan películas en las que todos los espectadores son muy sesudos y suelen tener caras de enfadados. Ignacio es una de esas personas que escucha cuando le hablan y con un discurso interesantísimo (ambas cosas suelen ir ligadas). Por lo que hemos podido ver (no a través de él sino de Sofía, por ejemplo), está haciendo una magnífica labor. Le dijimos lo que pensábamos: que era un orgullo que miembros del cuerpo diplomático español estuvieran haciendo todas las cosas que él estaba haciendo (mientras lo decíamos, Facun, argentino él, cabeceaba corroborando lo que afirmábamos).
Después de una agradable y tranquila charla, tocó despedirnos de él e ir a buscar un sitio en el que cenar: fuimos al centro de Quito y se nos unió Danilo y los cinco acabamos en una tasca fantástica llamada Sereno Moreno.























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