domingo, 28 de abril de 2019

En Mitad del Mundo (IV)

Hoy ha tocado turismo.
A las 8 de la mañana nos vinieron a recoger Sofía y Paulina y después de que se nos incorporaran Damaris, Alexia y Marjorie tiramos rumbo al norte, lo cual iba a hacer inevitable que acabáramos cruzando la línea del ecuador a lo largo del día, creo que la primera vez en mi vida que la atravieso sin ir volando. La primera parada prevista era para desayunar, pero por el camino me di cuenta que estábamos cruzando el ecuador y en un pequeño poblado, Pichincha, paramos porque había una señalización de que se estaba en la latitud 0º y había uno de los vértices geodésicos de la expedición de La Condamine, Jorge Juan y Ulloa. Fue bonito e interesante, pero el hambre nos estaba devorando así que seguimos camino hasta Cayambe que suele tener un tipo muy especial de desayuno (chocolate, queso de hoja y bizcochos), muy rico. Además, allí vi por primera vez a un colibrí libando una flor.
Seguimos hasta Otovalo para recorrer el mercado de artesanía que era realmente interesante y que hubiéramos disfrutado más si no fuera por la sensación térmica de estar a 80º. Realmente la temperatura puede que no llegara a los 25º, pero el sol castigaba con una fuerza terrible: estamos muy altos y prácticamente en el ecuador, así que los rayos solares atraviesan muy poca atmósfera hasta llegar a nuestros pobres y castigados cuerpos.
Después de satisfacer nuestros más bajos instintos consumistas fuimos construyendo poco a poco el camino de vuelta. La primera parada fue en la laguna de Yahuarcocha, en una especie de galpón en el que comimos todos tilapia. Por suerte, a cada rato llegaba uno o varios cantantes que amenizaban la velada. Digo por suerte porque si no hubiera aparecido ninguno aquello nos habría parecido el paraíso y no nos habríamos movido de allí. Así que seguimos dando la vuelta a la laguna con sus orillas plagadas de totoras. Pero todavía quedaba alguna que otra sorpresa culinaria: en Ibarra fuimos a la Heladería de Paila Rosalía Suarez. Los helados de paila son elaborados de forma tradicional: solo hielo y frutas y se van batiendo en una especie de tina que es la paila.
Ya de vuelta a Quito, lo cual lleva su tiempo, Sofi, Clara, Facun y yo subimos a la virgen del Panecillo que domina la ciudad. Por favor que no se me ofendan los quiteños que lean esto: es una virgen gigantesca en un cerro en mitad de la ciudad y bastante fea y deforme, pero las vistas son maravillosas. Tanto subir al Panecillo y a su virgen nos despertó el hambre y fuimos al café Mosaico: vistas impresionantes de Quito, aún mejores que desde el Shungo solitario y fin de un día fantástico con una agradable cena con maravillosos amigos.



































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