Menudo contraste: entre la paz, la tranquilidad de un sitio con turistas pero muy provinciano como Yangshuo hasta el lujo, el despilfarro y la ostentación de Hong Kong. Todo ello con una noche en tren de por medio absolutamente memorable.
Pero como decía Jack el destripador: vayamos por partes.
Por desgracia el día amaneció lluvioso en Yangshuo y eso hizo que no salieran los cruceros que daban una vuelta por el río Li y que pretendíamos tomar: tendremos que volver para hacerlo. Así que dedicamos la mañana a pasear tranquilamente (¡por fin una mañana relajada!), tomar algún zumo de frutas y comprar alguna chuchería. Después de comer nos fuimos, mochilas a cuestas, hasta la estación de autobuses y allí tomamos uno hasta Guilin. Me tocó un chino muy amigable que se empeñaba en hablar conmigo e hicimos lo que pudimos usando Google Translator.
La sala de espera del tren a Shenzhen (una de las cuatro de la estación de Shenzhen) estaba atestada de gente: sobre todo de mujeres tremendamente ruidosas. Shenzhen, junto a Hong Kong, fue la primera ciudad china a la que se le concedieron ciertos privilegios para fomentar la creación de empresas de iniciativa privada (cosa que ya se ha extendido por casi todo el este y centro de China). Así que fue lo que era un pueblo de pescadores sin mucho futuro, se transformó totalmente desde 1980 y ahora tiene más de 10 millones de habitantes, algunos de los rascacielos más altos del mundo y muchas fábricas que necesitan mano de obra barata del interior (normalmente femenina que exige menos sueldo) y ello explica la cantidad enorme de mujeres que vociferaban en la estación.
El tren era el de menos categoría que habíamos tomado hasta el momento y todos estos trenes nocturnos tienen al menos dos tipos de vagones: soft sleeper y hard sleeper: en el soft sleeper es difícil de dormir, aunque vas en un compartimento privado, con enchufes, luz para lectura, etc. Esta vez íbamos en hard sleeper y ni teníamos compartimento (todo corrido), ni enchufes, ni luz y, sobre todo, no teníamos silencio. Pero ha sido una experiencia divertida.
Después de los trámites aduaneros (aunque Hong Kong pertenece a China, para todos los efectos son dos países distintos: hasta tienen diferente moneda) y tomar el metro hasta la parada más cercana al hotel, nos dirigimos andando hacia él ya que Google Maps nos decía que estaba a sólo 850 metros. Lo que a los graciosos de Google Maps se les olvidó mencionar es que el desnivel debe estar cercano también a esos 850 metros: llegué destrozado y empapado en sudor, pero llegué, cosa de la que no estaba tan seguro a mitad del camino.
Después de recuperarnos un poco nos tiramos a la ciudad: primero toda la parte central de Hong Kong, en la que abundan las tiendas de superlujo, los Ferraris, los rascacielos enormes, etc. Después tomamos un metro hasta Kowloon, la parte del continente, que es algo más popular y allí cenamos en un chiringuito en la calle. Más tarde, fuimos andando hasta el puerto y allí tomamos un ferry hasta la isla de Hong Kong. Y tocaba subir de nuevo hasta el hotel, claro que contábamos con dos ventajas: la primera que no teníamos que cargar con el equipaje y la segunda que descubrimos que las escaleras mecánicas de Hong Kong (un sistema que es el más largo del mundo al aire libre) nos dejaban muy cerca del hotel.
Otro día más, otra paliza (pero muy disfrutada) y esto se nos acaba: mañana toca tomar un avión hasta Beijing, después Madrid, donde se quedará el resto de la tropa, pero a mi me toca bajar hasta Sevilla.
Volveremos.
Pero como decía Jack el destripador: vayamos por partes.
Por desgracia el día amaneció lluvioso en Yangshuo y eso hizo que no salieran los cruceros que daban una vuelta por el río Li y que pretendíamos tomar: tendremos que volver para hacerlo. Así que dedicamos la mañana a pasear tranquilamente (¡por fin una mañana relajada!), tomar algún zumo de frutas y comprar alguna chuchería. Después de comer nos fuimos, mochilas a cuestas, hasta la estación de autobuses y allí tomamos uno hasta Guilin. Me tocó un chino muy amigable que se empeñaba en hablar conmigo e hicimos lo que pudimos usando Google Translator.
La sala de espera del tren a Shenzhen (una de las cuatro de la estación de Shenzhen) estaba atestada de gente: sobre todo de mujeres tremendamente ruidosas. Shenzhen, junto a Hong Kong, fue la primera ciudad china a la que se le concedieron ciertos privilegios para fomentar la creación de empresas de iniciativa privada (cosa que ya se ha extendido por casi todo el este y centro de China). Así que fue lo que era un pueblo de pescadores sin mucho futuro, se transformó totalmente desde 1980 y ahora tiene más de 10 millones de habitantes, algunos de los rascacielos más altos del mundo y muchas fábricas que necesitan mano de obra barata del interior (normalmente femenina que exige menos sueldo) y ello explica la cantidad enorme de mujeres que vociferaban en la estación.
El tren era el de menos categoría que habíamos tomado hasta el momento y todos estos trenes nocturnos tienen al menos dos tipos de vagones: soft sleeper y hard sleeper: en el soft sleeper es difícil de dormir, aunque vas en un compartimento privado, con enchufes, luz para lectura, etc. Esta vez íbamos en hard sleeper y ni teníamos compartimento (todo corrido), ni enchufes, ni luz y, sobre todo, no teníamos silencio. Pero ha sido una experiencia divertida.
Después de los trámites aduaneros (aunque Hong Kong pertenece a China, para todos los efectos son dos países distintos: hasta tienen diferente moneda) y tomar el metro hasta la parada más cercana al hotel, nos dirigimos andando hacia él ya que Google Maps nos decía que estaba a sólo 850 metros. Lo que a los graciosos de Google Maps se les olvidó mencionar es que el desnivel debe estar cercano también a esos 850 metros: llegué destrozado y empapado en sudor, pero llegué, cosa de la que no estaba tan seguro a mitad del camino.
Después de recuperarnos un poco nos tiramos a la ciudad: primero toda la parte central de Hong Kong, en la que abundan las tiendas de superlujo, los Ferraris, los rascacielos enormes, etc. Después tomamos un metro hasta Kowloon, la parte del continente, que es algo más popular y allí cenamos en un chiringuito en la calle. Más tarde, fuimos andando hasta el puerto y allí tomamos un ferry hasta la isla de Hong Kong. Y tocaba subir de nuevo hasta el hotel, claro que contábamos con dos ventajas: la primera que no teníamos que cargar con el equipaje y la segunda que descubrimos que las escaleras mecánicas de Hong Kong (un sistema que es el más largo del mundo al aire libre) nos dejaban muy cerca del hotel.
Otro día más, otra paliza (pero muy disfrutada) y esto se nos acaba: mañana toca tomar un avión hasta Beijing, después Madrid, donde se quedará el resto de la tropa, pero a mi me toca bajar hasta Sevilla.
Volveremos.
Perdonad la calidad del vídeo, pero el día estaba muy brumoso y era difícil enfocar, pero creo que merece la pena.
Ha sido un autentico placer seguiros en este viaje. Gracias Alberto por compartir fotos y lo más importantes tus resúmenes llenos de vivencias. En algún momento te he leído que volveréis, espero poder acompañaros para entonces!!! De momento espero impaciente que Pedro venga a Sevilla y nos cuente.
ResponderEliminarGracias!!
También vosotros nos habéis servido de compañía. Besos y ya mismo hay que empezar a preparar el próximo viaje.
EliminarTambién vosotros nos habéis servido de compañía. Besos y ya mismo hay que empezar a preparar el próximo viaje.
EliminarTambién vosotros nos habéis servido de compañía. Besos y ya mismo hay que empezar a preparar el próximo viaje.
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