domingo, 25 de marzo de 2018

De soviéticas maneras (II)

Hoy hemos visto todo Moscú, centro y extrarradio. Según la aplicación del móvil hemos recorrido 31 km andando y otros tanto en metro. Con las pocas fuerzas que me quedan en algunos de mis dedos trato de teclear esta crónica como un acto de puro amor a mis posibles lectores, que serán pocos, pero de mucha calidad.

Después de un buen desayuno en un café que nos encontramos por el camino, nos dirigimos, con cierta incertidumbre, a la plaza Roja. nuestras cuitas estaban motivadas porque anoche la vimos cerrada y no sabíamos si podríamos llegar a ella. A mi comunista adolescente le iba a dar un ataque de la ansiedad y la emoción... Estaba abierta. Sin pausa y con bastante prisa nos dirigimos a esa especie de Vaticano, de Fátima y Santiago todo junto para un marxista-leninista: el mausoleo de Vladímir Ilich Uliánov que así se llamaba al nacer el bueno de Lenin. La cola no parecía demasiado larga (la de la espera para entrar a la visita, la del finado no llegamos a verla), pero cuando nos incorporamos a ella vimos que avanzaba con una lentitud exasperante, así que nos tragamos más de dos horas de cola para dar un paseo alrededor de su cuerpo embalsamado. Numerosos guardias lo custodian y exigen silencio y respeto. Parece una figura de cera y no descarto que lo sea.

Después de ver al prócer, seguimos nuestra visita con GUM, los grandes almacenes que ocupan la fachada opuesta al Krelim en la plaza Roja, así que en el improbable caso de que a Lenin le diera por levantar la cabeza, lo primero en ver sería un edificio que alberga decenas de tiendas de superlujo, una especie de derroche capitalista envuelto en un bonito (a veces discutible) estilo de fin de siglo XIX.

Visitamos algo más de los alrededores de la plaza Roja y el exterior del Krelim y cogimos un metro para: 1) coger un metro 2) visitar el museo de la cosmunáutica. Este último es también muy grande y completo, impresiona ver dónde se metían esos hombres (creo que a Laika no le preguntaron) y que poco los protegía del espacio exterior que, a pesar de un nombre que invita a pasear por él, debe ser un sitio bastante inhóspito. Realmente es una visita que merece la pena. Respecto a 1), el metro, está muy transitado, bastante limpio, no tiene anuncios y tiene algunas estaciones curiosas. Mi opinión es que es más fotogénico que bonito, pero ser fotogénico es algo que no se puede decir de muchos metros.

El resto del tiempo lo hemos dedicado a ver de cerca una de "las siete hermanas", esos grandiosos rascacielos construidos durante la época de Stalin y de los cuales la Universidad es el más famoso y grande. Este que vimos (muy cerca de nuestro alojamiento hay otro) es el del ministerio de asuntos exteriores. El barrio que lo rodea es muy agradable y tiene una calle peatonal, calle Arbat que merece la pena visitar. Desde allí volvimos a la plaza Roja para verla de noche y vuelta a nuestro alojamiento: una buena paliza. Mañana es posible que no pueda subir crónica ya que viajamos (tren nocturno, el Red Arrow) hacia San Petesgurgo.


































































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