jueves, 10 de octubre de 2013

Cuando el sabio señala la Luna

Fuente
Cuando el sabio señaló la Luna, el necio se fijó en el dedo.

Pasó un buen rato (a él se le hizo eterno) hasta que se atrevió a desviar su mirada y, por fin, la bajo por su mano, aún elevada. Recorrió el antebrazo, ni firme, ni poderoso: justo el tipo de antebrazo que se le supone a cualquier sabio. Y ya no se pudo detener: brazo, hombro, subió por el cuello, barbilla, boca, a estas alturas todavía inexpresiva, nariz y acabó depositándose sobre sus ojos.

El sabio miró al necio un tanto desconcertado, pero (recordemos que era sabio), pronto se percató de todo, leyó en esos ojos que lo examinaban y su boca, antes inexpresiva (considérese esto una deferencia a mis lectores más desmemoriados) se transformó en una sonrisa cómplice.

Ha pasado mucho tiempo, pero a ambos, al sabio y al necio, de vez en cuando les gusta mirar juntos a la Luna y recordar el principio de su historia.


Este microrrelato ha sido (muy) inspirado por este fantástico tuit:

0 comentarios :

Publicar un comentario