martes, 27 de marzo de 2018

De soviéticas maneras (III)

Último día en una ciudad que nos ha sorprendido mucho y visita obligada al Kremlin (previo paso por la tumba del soldado desconocido). Fantásticas catedrales (aunque mucho más pequeñas que lo que entendemos por catedrales) con interiores decorados del suelo a los techos (y no como esos baños y cocinas del franquismo que iban solo alicatados hasta media altura). No nos dejaron entrar a la residencia de Putin: él se lo pierde, le pensábamos llevar un chartuchito de camarones que se iba a chupar los dedos.
Después dimos un paseo por los alrededores y, para dar envidia a Sergio García-Dils nos fuimos a ver la mayor de "las siete hermanas", el edificio de la universidad en la que él estudió, que está algo alejado de la ciudad lo cual le da más grandiosidad, es realmente enorme. La pena es que con las medidas de seguridad que hay por todas partes en Rusia (para entrar en cualquier sitio se ha de pasar por un control), no nos dejaron entrar en su interior. Volvimos al centro y paseamos por los alrededores de la biblioteca Lenin, hasta la plaza Roja para despedirnos de ella. De vuelta al hostel para recoger las mochilas y hacia la estación para tomar el Flecha Roja, tren coche-cama hacia San Petesburgo. Esta fue una de las condiciones que le puse a mi hijo para apuntarme al viaje: viajar en este tren y la verdad es que, mitos aparte, está muy bien, es confortable, con muy buen trato, te dan un pequeño (muy pequeño) refrigerio, tiene wifi y por la mañana te dan un desayuno (sin la bebida que has de pagar).
Mucho frío en San Petesburgo..., pero eso será otra historia.








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